Escuela querida, te canto con alma
un algo sublime de mi corazón…
Tus viejas paredes me gritan nostalgia
de aquellos amigos que nunca olvidé.
Y mis compañeros de aquella aventura:
Asombros, amores que yo descubrí
de cuando aprendimos que verso y martillo
sin ánimos eran de vida y amor.
Tus aulas, talleres y laboratorios,
bullicio de patio grabados en mí
y la blanca tiza que diestro esgrimía
el “profe” exigente desde el pizarrón.
Le canto a mi escuela que es “Avellaneda”
teoremas, poemas, trabajos y más…
¡Nostalgias, recuerdos… y de horas vividas!
Se agolpan con fuerza en mi corazón.